“Dios Todopoderoso ha puesto delante
de mí dos grandes causas: la represión de la trata de esclavos y la reforma de
las costumbres”. William Wilberforce, 1807.
“Sin
duda, los principios y la práctica del cristianismo son simples y conducen no solo
a la meditación, sino a la acción". William Pitt a William Wilberforce, 2
de diciembre de 1786.
El eminente teólogo y pastor británico
Martyn Lloyd Jones nos ha dejado un sermón sobre el reconocimiento de Dios de
las obras terrenales que requiere un examen serio. Desde luego, él se está
dirigiendo a un cristiano, una persona que ha sido movida por el Espíritu de
Dios para ver y entender su propia culpa, de donde proviene un temor piadoso y
el arrepentimiento por el pecado. La obra de regeneración es enteramente de
gracia, iniciada contra nuestras inclinaciones naturales por el Espíritu de
Dios. Es por eso que la salvación no es por mérito nuestro, porque no tenemos
parte en iniciar un hambre y una sed de estar bien con Dios.
Si usted es creyente se alegrará por ese
acontecimiento en su vida y al mismo tiempo puede estar levantando una ceja y preguntándose
qué más se podría decir sobre las obras terrenales.
Las Escrituras enseñan claramente que los
creyentes se lanzan a una jornada de santificación que estimula el desarrollo
del fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, mansedumbre y amabilidad.
El mundo no tiene conflicto con estas cosas. Esas personas son pacíficas en la
sociedad, tratando de derrotar el pecado personal, disfrutando del compañerismo
con los demás, sirviendo en su iglesia local como maestros de escuela
dominical, miembros del coro, líderes juveniles y más. Incluso fuera de la
iglesia dan testimonio de su fe. Cada vez que se les presenta una oportunidad
para exaltar los méritos del sacrificio de Cristo lo hacen, confiando en que el
Espíritu, a través de su testimonio, hará una obra de gracia en los demás.
Hasta ahora, al menos en Canadá, nadie
podría quejarse, a menos, desde luego, que usted resulte ser estudiante de Trinity
Western University, donde estimulan a los estudiantes a suscribirse
voluntariamente a un código bíblico de ética. Sin embargo, a nivel individual,
el comportamiento de las personas cristianas es inocuo, tal como lo mandan
todos los códigos occidentales de comportamiento educado.
Por el contrario, es cierto que en muchas áreas
del mundo que están dominadas por religiones tales como el Islam los que se convierten
al cristianismo no tienen las mismas libertades. Solo reunirse para celebrar un
servicio religioso puede ser un delito castigado con la muerte. Las libertades
para testificar a una sociedad hostil al evangelio de Jesucristo son limitadas y
mantener uno sus principios y su integridad en una situación así se convierte en
la cruz en la que pueden ser llamados a dar sus vidas. El martirio ha sucedido,
literalmente, miles de veces en nuestra generación.
Entonces, ¿qué más se puede exigir de los
cristianos occidentales? Gracias al cristianismo, Occidente ha sido la cuna de
la libertad individual. De hecho se ha convertido en una característica del
carácter cristiano pensar y actuar en forma preventiva para mejorar las cosas o
para corregir los males que se han colado. Esta libertad de aplicar la doctrina
y hacer el bien ha sido la base de muchas buenas obras. Los hospitales, los orfanatorios
los, sindicatos, las escuelas, las cooperativas y los seguros son solo algunas.
Todas estas son creaciones positivas que han beneficiado a la sociedad.
Ahora bien, en nuestros días, (ver post
anterior, Recuperar lo profético) los gobiernos socialistas de Occidente han
reprogramado toda la beneficencia en la sociedad, para su propio crédito, gravando
al pueblo e inundándolo de reglamentos que determinan lo que se puede y no se puede
hacer como sociedad benéfica. Eso deja solo el lado negativo (lo que anda mal
en la sociedad) a menudo prohibido por la ley y, por lo tanto, evitado por los
cristianos de la actualidad.
Jesús dijo que debíamos tomar nuestra cruz
y seguirlo. ¿Tenía él en mente el cómodo asiento del cristianismo políticamente
correcto o estaba hablando un instrumento de tortura que él mismo pronto soportaría
para pagar por el pecado? La respuesta a esa pregunta es obvia.
En nuestra jornada encontraremos causas que
metafóricamente son cruces al lado de nuestro camino. A menudo es conveniente ignorarlas,
porque en muchos casos son males engendrados o tolerados por la sociedad pagana
que nos rodea y respecto a los cuales no se permite que la iglesia haga
comentarios. Eso nos deja solo como individuos y luchamos cuando todos a
nuestro alrededor se ajustan al entorno. La sociedad que nos rodea controla lo
que vemos y oímos, así que casi no sorprende que dicte a través de sus
instrumentos de comunicación lo que hemos de creer respecto al aborto, los
palestinos, la política exterior, el matrimonio, los derechos humanos y las libertades
individuales, para nombrar solo algunas cosas.
Si usted es cristiano espere que las cruces
que debe cargar sean crueles. Pueden ser de todo tipo: críticas, ataques
personales, pérdida de reputación, de trabajo, amigos, cualquier forma en que
la sociedad pueda alcanzarlo. Pero la alternativa es peor. Si usted fija su
mirada solo en el camino que tiene por delante y se niega a considerar las incómodas
verdades que encuentra, lo más probable es que su vida sea una inversión en
madera, heno y hojarasca que se quemarán ante su ojos.
La cruz en la época romana era un instrumento de tortura. ¿Por qué deberíamos esperar menos en nuestros
días por vivir en una época más civilizada? Sostengo que solo parece civilizada
porque en nombre de la paz y de la buena voluntad naturalmente nos abstenemos de
temas que si se abordaran públicamente podrían causarnos daño. Como dice Isaac
Watts, el escritor del himno: “Lucharon otros por la fe; ¿cobarde yo he de ser?
Por mi Señor pelearé, confiando en su poder”. ¿Estamos entonces renuentes a oponernos a los
males de nuestro tiempo?
Martyn Lloyd Jones lo explica muy
claramente. Lo que reconozcamos como nuestro llamado se evaluará con una norma
eterna que implica nuestra disposición a llevar la cruz en esta vida. Dicho
esto, no ofrezco ningún veredicto sobre ninguna actividad. Usted debe asumir el
riesgo de ser aprobado o desaprobado en el tribunal eterno. Las únicas
directrices que puedo ofrecer es que el mundo no aprobará ninguna causa que
usted adopte si perturba los males del "statu quo". La desaprobación
y el desprecio por una causa justa son el resultado más probable, y
paradójicamente, la mejor prueba de nuestras escogencias.
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